IPS
Un albatros patinegro alimentando a sus pichones con bolitas de plástico, un bebé foca en el Polo Norte con una bolsa enredada en el cuello o un barco de pesca varado en alta mar porque un aparejo de pesca se atascó en la hélice, son ejemplos que multiplicados por mil dan idea del estado de los océanos.
Se estima que unos 13.000 desechos plásticos flotan por cada kilómetro cuadrado de océano y que 6,4 millones de toneladas de basura marina desembocan en ellos cada año. Investigadores y científicos pronostican un futuro nefasto para esas vastas extensiones de agua que son vitales para la existencia de nuestro planeta.
Un cálculo conservador del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señala que el perjuicio económico del plástico en los ecosistemas marinos asciende a 13.000 millones de dólares al año, según un comunicado divulgado el 1 de este mes.
La salud de los mares y de los ecosistemas oceánicos concentra la atención de la 12 Conferencia de las Partes (COP12) del Convenio sobre la Diversidad Biológica, que comenzó en la ciudad surcoreana de Pyeongchang el 6 de este mes y se extenderá hasta el día 17.
Entre las 20 Metas de Aichi para la Diversidad Biológica, acordadas en la ciudad japonesa de Nagoya en 2011, la preservación de la biodiversidad marina es uno de los objetivos fundamentales. La meta 11 señala la importancia de identificar “áreas protegidas” para preservar los ecosistemas marinos, en especial de los efectos dañinos de las actividades humanas.
En la 16 reunión global de los Planes de Acción y Convenios sobre Mares Regionales del PNUMA, que tuvo lugar en Atenas del 29 de septiembre al 1 de este mes, hubo un consenso casi unánime sobre que los desechos marinos suponen un “tremendo desafío” para el desarrollo sostenible.
En esa oportunidad, científicos y autoridades del mundo se reunieron para diseñar una nueva hoja de ruta capaz de frenar la rápida degradación de océanos y mares y crear políticas para hacer un uso sostenible, así como integrarlos a la agenda de desarrollo posterior a 2015.
El tema está entre las mayores prioridades desde la Cumbre de la Tierra, como se llama a la a Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible realizada en Brasil en 2012, conocida como Río+20.
El número 14, de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que se discuten para reemplazar a los objetivos de desarrollo del milenio desde fines de 2015, se concentra en reducir de forma significativa la contaminación marina para 2025.
“No tuvimos ninguna dificultad para promover la explícita inclusión de ese objetivo en los ODS propuestos”, destacó Jacqueline Alder, directora de ecosistemas marinos y de agua dulce de la División Implementación de la Política Ambiental del PNUMA.
“Después de todo, los océanos son un problema de todos y todos generamos basura”, apuntó en diálogo con IPS.
“Los desechos orgánicos son el principal elemento de los desperdicios marinos, que representan entre 40 y 80 por ciento de la basura municipal en los países en desarrollo comparado con entre 20 y 25 por ciento en los países ricos”, explicó Tatjana Hema, oficial de programa para control de componentes y evaluación de contaminación del Plan Mediterráneo de Acción.
Pero los microplásticos están entre los contaminantes más dañinos que inundan los mares.
La sustancia dañina se forma cuando los plásticos se fragmentan y se desintegran en partículas con no más de cinco milímetros de diámetro y hasta un milímetro.
“Se descubrió que los micro y nanoplásticos habían pasado a las microparedes de las algas”, explicó Vincent Sweeney, coordinador del Programa Global de Acción para la Protección del Ambiente Marino a través de Actividades Terrestres (GPA).
“Pero todavía no se sabe cómo afectará a la cadena alimentaria de animales marinos ni a la salud humana cuando se ingieran a través de los peces”, subrayó a IPS.
“La extensión del problema del microplástico hasta ahora es especulativo. Todavía no tenemos noción de la medida en que esto afecta a los océanos”, añadió.
Los ODS relacionados con los océanos deben ajustarse a cuatro criterios: que sean viables, factibles, cuantificables y alcanzables.
A diferencia, por ejemplo, de la reducción de la acidificación del océano (cuya única causa es el dióxido de carbono) que fácilmente cumple con los cuatro criterios, el problema de los desechos marinos no es tan simple, en parte porque “lo que aparece en la playa no necesariamente es un indicio de lo que ocurre en el océano”, destacó Sweeney.
“Los desperdicios marinos se desplazan largas distancias, se vuelven internacionales. Es difícil encontrar su dueño”, observó. Los desechos se acumulan en torbellinos en medio del océano, un fenómeno de circulación de agua que suele atrapar a los materiales que flotan.
“El riesgo de no conocer la magnitud exacta de los desechos marinos es que tendemos a pensar que es demasiado grande para manejar”, puntualizó el coordinador de GPA. Pero mediante la sensibilización se genera un “impulso” y ahora se vuelve prioritario en distintos niveles.
“Eliminar la contaminación de los océanos es una pretensión que no veremos en vida, aun si dejamos de tirar basura al mar, lo que todavía no hemos logrado. El costo es impensable. La mayoría de los desechos están fuera de nuestro alcance. Aparte, limpiar la superficie de los desechos flotantes llevará mucho tiempo”, subrayó.
“Si bien hay distintas causas de la contaminación marina en cada país, el común denominador es que consumimos más y generamos más basura, y la mayoría es plástica”, destacó.
Además de la falta de información y del alto costo de limpiar la contaminación, los medios de ejecución o de financiación de las metas de los ODS relacionadas con el océano representan un desafío adicional para las regiones.
En Grecia, se tomó conciencia de la crisis cuando Evangelos Papathanassiou, director de investigación del Centro Helénico de Investigación Marina en Attiki, a 15 kilómetros de Atenas, relató a la prensa que encontró una máquina de coser a 4.000 pies (1.219 metros) de profundidad en el mar Mediterráneo.
“La contaminación marina derivada de la acuacultura, el turismo y el transporte es más apremiante en el mar Negro y el Mediterráneo, pero no reciben la atención que merece”, acotó Sweeney.
Para que la nueva era de desarrollo sea exitosa, los seres terrestres debemos prestar urgente atención al mar y al océano, que pide ayuda a gritos.
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