¿La Inteligencia Artificial (AI) es una esperanza o una amenaza? ¿Cuánto falta exactamente para la llegada de ese momento bautizado como la singularidad? ¿Y qué ocurrirá cuando las máquinas conscientes sean más inteligentes que los hombres? ¿Quién nos protegerá de ellas? ¿Cómo se protegerán ellas de nosotros?
«No he intentado hacer una película paranoica al estilo Terminator», se defiende el director Alex Garland, que dio la campanada a los 26 años con la novela La Playa y cayó en las garras del cine cuando Danny Boyle la llevó a la pantalla grande. Ni si siquiera es un filme anti-Inteligencia Artificial, más bien lo contrario».
Las mentes más lúcidas del planeta -entre ellas, la del físico Stephen Hawking y la del emprendedor Elon Musk- advirtiendo sobre los riesgos de la Inteligencia Artificial. La carta, firmada por decenas de científicos y auspiciada por el Future of Life Institute, sostiene que la tecnología se está acercando a una peligrosa encrucijada que nos puede hacer «prosperar como nunca antes o llevarnos de cabeza a «la autodestrucción».
«El desarrollo completo de la inteligencia artificial podría significar el fin de la especie humana», advirtió Hawking hace apenas tres meses, en el momento de estrenar su nueva silla inteligente. Elon Musk, el fundador de Tesla y SpaceX, ha ido aún más allá y asegura que el desarrollo incontrolado de la AI sería más o menos como «invocar al diablo».
Otro de los destacados firmante del manifiesto es el filósofo sueco Nick Bostrom, autor del ensayo Superinteligencia: «El hombre es la mayor amenaza para el hombre. Estamos ante el mayor proceso transformativo de la humanidad, el que tal vez nos abra las puertas al poshumanismo. Pero las mismas tecnologías que nos van a posibilitar ese salto entrañan también grandes riesgos. En cierto modo, somos como bebés jugando con explosivos».
«Mi posición sobre el tema es muy simple: no veo nada de problemático en el hecho de crear una máquina consciente», se defiende el director de Ex Machina Alex Garland. «Y no veo la razón por la que deberíamos oponernos a su existencia. Muchas de las películas se aproximan al tema desde una posición de miedo; yo he decidido hacerlo desde una actitud de admiración y esperanza».
Para hacer más creíble su película, ubicada en un futuro que parece inminente, Garland se ha rodeado de un equipo científico de primera, con el profesor de Robótica Cognitiva Murray Shanahan (del Imperial College) y con el experto en genética y reconocido divulgador Adam Rutherford en primera fila.
«Comparto las preocupaciones de algunos científicos, pero los medios se han dejado llevar por el sensacionalismo», asegura Shanahan. «Lo que frecuentemente se deja de lado es la cuestión fundamental del tiempo y las incertidumbres que siguen habiendo en el camino. No estamos a punto de conseguir un nivel de inteligencia artificial como el que vemos en las películas de ciencia ficción, incluida ésta. Nuestros robots son aún muy primitivos comparados con Ava. Estamos probablemente aún a varias décadas de distancia».
«Es fácil caer en el alarmismo», reconoce, sin embargo, Shanahan. «Aunque creo que sí ha llegado el momento de abrir el debate sobre los riesgos de esta tecnología, y de formularnos preguntas como:¿queremos que sean los gobiernos quienes controlen estas criaturas o lo dejamos en manos de compañías privadas? Yo en el fondo soy optimista y creo que seremos capaces de desarrollar una tecnología amigable que mejorará nuestras vidas. Tenemos mucho tiempo por delante para abordar la cuestión de la seguridad».
En Ex Machina, el futuro parece, sin embargo, sospechosamente cercano. Una compañía todopoderosa, BlueBlook, ha suplantado a Google como el Gran Hermano de las búsquedas en Internet. Y su artífice es un geek multimillonario llamado Nathan (Oscar Isaac), que vive recluido en un paraje remoto y nórdico, a la busca del santo grial de la Inteligencia Artificial.
«Uno de los elementos más reales es el papel que los gigantes de Internet pueden tener en el control del futuro de la inteligencia artificial», advierte el científico Adam Rutherford.
«Debemos permanecer vigilantes a lo que está ocurriendo con la inteligencia artificial y sobre todo vigilar de dónde viene el dinero y cuáles son las motivaciones», declara Rutherford. «Al fin y al cabo, lo que están haciendo ahora Google y Facebook es cosechar datos, yno sabemos aún a dónde nos llevará todo esto». En cualquier caso, este experto comparte el optimismo sobre el futuro de la AI y recalca que una de las virtudes de Ex Machina es precisamente darle la vuelta a la cuestión moral: «Hasta ahora nos hemos preguntado cómo nos protegemos de las máquinas, como en la famosas leyes de Asimov.
Pero también es necesario plantearse cómo proteger de la humanidad a esas máquinas conscientes que podemos crear.
Creo que ningún científico se prestaría a crear robots inteligentes y sensibles que estuvieran predestinados a ser simplemente nuestros esclavos».
¿Cuánto tiempo nos queda, pues, para admirar o temer a una máquina de la precisión, la belleza y la inteligencia de Ava? Alex Garland no pone la mano en el fuego, pero predice que sus hijos llegarán a ver algo parecido: «Nos estamos aproximando al momento en que las máquinas nos puedan decir: 'No me apagues'. Con el tiempo tendrán la capacidad de querer por sí mismas, de tener sentimientos».
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