Enfermedades y Epidemias
Hay une serie de enfermedades contagiosas que ya son causa de preocupación par los gobiernos del mundo. El SIDA, desde luego, es la que más se menciona. Sin embargo, se está observando un resurgimiento de antiguos azotes de la humanidad como la malaria y la tuberculosis que ahora son resistentes a la penicilina y a los antibióticos que antes se utilizaban para combatirlas. Entre tanto, otros tipos de dolencias como el cáncer y las afecciones cardíacas siguen afligiendo a millones de personas mientras los deshechos de la era tecnológica siguen contaminando el agua y los alimentos que consumimos.
La Biblia señala que algunas de las futuras epidemias serán propagadas por animales salvajes (Apocalipsis 6:8). Varias de las peores plagas de la historia como la peste bubónica, fueron diseminadas por animales. La peste bubónica es endémica entre los animales silvestres de ciertas regiones. Las medidas sanitarias modernas son la única razón por la cual algunos de estos problemas permanecen al margen de la civilización.
La gente sabe muy bien que cuando hay una grave perturbación del orden social a causa de la guerra o de desastres naturales, siempre surge el peligro de las epidemias. Estos problemas no son más que pequeños indicios de las contagiosas y mortíferas pandemias que según la profecía van a devastar grandes zonas del planeta:"…oí que el cuarto de los seres vivientes decía: "¡Ven!" Miré, y ví un caballo amarillento, y el que lo montaba se llamaba muerte. Tras él venía el que representaba al reino de la muerte, y se les dio poder sobre la cuarta parte del mundo, para matar con guerras, con hambres, con enfermedades y con las fieras de la tierra" (Apocalipsis 6:7-8 versión Popular).
Uno de los cumplimientos más siniestros de estas señales fue, sin lugar a dudas, el genocidio ocurrido en Ruanda en 1994 en el cual fueron brutalmente exterminados hombres, mujeres y niños de la minoría Tutsi. El número de víctimas se calculó en medio millón.
El caballo "amarillento" además de representar guerras como lo indica la profecía que acabamos de citar, también es símbolo, por su color, del color amarillento que adquiere la tez de las personas gravemente enfermas. Jesucristo advirtió que las "pestes" serían uno de los presagios de su inminente retorno (Mateo 24:7).
¿Es posible que Dios aflija la tierra con plagas y epidemias letales? Moisés escribió lo siguiente por inspiración divina, "Acontecerá que si oyeres atentamente la voz del Eterno tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también el Eterno tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra" (Deuteronomio 28:1). Esto es exactamente lo que Dios hizo con el antiguo reino de Israel en la época del rey David. Porque el rey David buscó a Dios con todo su corazón, Dios empezó a bendecir y a prosperar extraordinariamente a la nación de Israel.
Mas ¿qué ocurrió cuando "la ira del Eterno se encendió contra Israel" por la desobediencia de ellos? "Y el Eterno envió pestes sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo desde Dan hasta Beerseba setenta mil hombres. Y cuando el ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla, el Eterno se arrepintió de aquel mal, y dijo al ángel que destruía al pueblo: Basta ahora; detén tu mano" (2 Samuel 24:1, 15-16). Hoy, nosotros, no somos mejores que aquellos israelitas de la antigüedad.
La antigua Israel aceptó tener una relación con el Dios Omnipotente y prometió vivir de acuerdo con su palabra. Con su boca alababan el nombre de Dios y se consideraban a sí mismos su pueblo. Sin embargo el gran Dios del Universo no se deja impresionar con palabras de lealtad y de amor si no están respaldadas con hechos, con autenticidad y honradez.
"Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?
¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma… porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta" (Santiago 2:14-17, 26).
Es necesario demostrar con nuestra conducta que somos fieles a nuestro compromiso con Dios. Nuestra obligación es esforzarnos, con la ayuda de Dios, para hacer todo lo que él espera de nosotros en lo que respecta a los deberes familiares, a la conducta sexual, a la vida profesional y a todos los demás aspectos de la vida. ¿Por qué razón? Prestemos atención a estas palabras que Dios inspiró para beneficio nuestro.
"Pero acontecerá si no oyeres la voz del Eterno tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán… el Eterno te herirá de tisis, de fiebre, de inflamación y ardor, con sequía, con calamidad repentina y con añublo; y te perseguirán hasta que perezcas… El Eterno te herirá con la úlcera de Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón de que no puedas ser curado. El Eterno de herirá con locura, ceguera y turbación de espíritu" (Deuteronomio 28:15, 22, 27-28). Es evidente que Dios se vale de las enfermedades y epidemias para castigar a los que no le obedecen.
Dios hará venir todas estas plagas sobre el mundo, a no ser que nos volvamos a él profundamente arrepentidos y lo busquemos con todo el corazón y con toda el alma.
Tiempos terribles se acercan. No estamos hablando de pequeños hechos aislados que ocurren aquí y allá. Se trata de la intervención más dramática y masiva, suceso tras suceso que Dios haya hecho en la historia de la tierra. No es ni siquiera comparable con nada de lo que ha ocurrido en el pasado. ¿Puede el lector entender las enormes consecuencias que estos acontecimientos van a tener en su vida?
¡Escuche amigo! Dios está tratando de llamarle la atención. Lo que Dios ha predicho va a suceder. No me crea a mi. Crea lo que está escrito en su Biblia. Verifíquelo y compruébelo. Así puede llegar a conocer a Dios. Es necesario conocer a Dios para que él nos proteja del tiempo que se avecina.
Quiero recalcar una vez más que estos acontecimientos no se limitarán a regiones distantes como el África o el Asia. La EPIDEMIA y la PESTE van a azotar a Estados Unidos, Gran Bretaña, al Canadá, Nueva Zelandia y Australia y luego a otras regiones del mundo en proporciones que jamás se habían visto en la historia humana.
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