Durante décadas, los habitantes y numerosos turistas que visitaban el resort de Abu Dabbab, al lado del mar Rojo en Egipto, oían de vez en cuando, asustados, unos sonidos graves y explosivos, como si un cañón se hubiese disparado. Ninguna investigación había sido capaz de explicar hasta la fecha por qué se producían exactamente dichos ruidos, a pesar de que la localidad costera se encuentra cerca del lugar donde lindan la placa africana y la placa arábiga. Simplemente, habían aceptado que formase parte del paisaje (sonoro, en este caso).
Una investigación publicada en el último número del Bulletin of the Seismological Society of America ha resuelto finalmente el enigma. No, no se trata del sonido causado por los fantasmas de los franceses que intentaron ocupar el país africano entre 1798 y 1801, sino el del movimiento de una falla geológica que se encuentra 10 kilómetros por debajo de una placa volcánica de 540 millones de años de antigüedad, bajo el desierto. Esta falla tiene su origen, asegura el estudio, en el mismo movimiento de tierras que dio lugar al mar Rojo y que comenzó hace 30 millones de años. Fue en ese momento cuando las placas africana y arábiga empezaron a separarse.
“Creemos que el gigantesco y rígido bloque de corteza ígnea funciona como una especie de difusor, lo que permite que el sonido del movimiento sísmico traspase la roca sin que apenas se debilite la señal acústica”, ha señalado el director de la investigación, Sami el Khrepy, sismólogo de la Universidad de King Saud en Riyadh (Arabia Saudí). “Los sonidos de alta frecuencia de estos terremotos pueden ser oídos por los humanos de la superficie”. Uno no sabe si resulta más turbador pensar que el sonido tiene un origen misterioso o saber a ciencia cierta que lo que uno oye es el movimiento de gigantescas rocas a kilómetros de profundidad, bajo el suelo que pisamos.
© Externa Marsa Alam, una pequeña localidad de 10.000 habitantes con su propio aeropuerto internacional. (CC/Daniel Csörföly)
En la tierra de los golpes
En una entrevista con Live Science, El Khrepy recuerda que el nombre de Abu Dabbab significa en árabe algo parecido a “el padre de los golpes”, y por lo tanto, encuentra su origen en estos ruidos hasta hace poco misteriosos. Se trata de una zona transitada sobre todo por nómadas beduinos y, más recientemente, por turistas que deciden visitar la exclusiva playa de Madinat Coraya, a la que se accede a través del aeropuerto internacional de Marsa Alam, una localidad de alrededor de 10.000 habitantes. La localidad se encuentra a unos 330 kilómetros (o cuatro horas y media en coche) de Luxor.
Hasta la fecha, lo único que se sabía es que las rocas de la región estaban al doble de temperatura que en el resto de Egipto, lo que llevó a algunos investigadores a sospechar que el sonido estaba ocasionado por el movimiento del magma subterráneo. Sin embargo, esta investigación ha descartado dicha posibilidad, ya que no se ha producido ninguna actividad volcánica durante los últimos 65 millones de años.
El Khrepy y sus compañeros han analizado la estructura de la corteza y la actividad registrada por los sismógrafos y palicado una técnica conocida como tomografía sísmica, que permite la creación de mapas en tres dimensiones de las rocas de la zona. Un procedimiento semejante al de la ecografía de un embarazo.
Los terremotos son frecuentes, pero débiles, en dicha región. La mayoría son de una magnitud de entre 0.3 y 3.5, salvo contadas excepciones en 1955 (con una magnitud de 6.1) y 1984 (de 5.1). El terremoto de Lorca del 11 de mayo de 2011 tuvo una magnitud de 5.1. Estos movimientos se producen a lo largo de una línea que se extiende de manera perpendicular al mar Rojo, y son causados por dicha falla. En resumidas cuentas, recuerda el estudio, el origen de los movimientos sísmicos es tectónico, no volcánico.
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