Imagen: Internet Archive Book Images (Flickr, CC)
Igual que sucede con lo que vemos y escuchamos, la sensación del tiempo es una reconstrucción de nuestro cerebro. Si eres de los que disfruta de unos días de vacaciones en agosto, comprobarás un año más que los días se te pasan volando, mientras que las semanas de trabajo en septiembre se te harán eternas. ¿De qué factores depende esta percepción subjetiva del tiempo? La neurociencia lleva muchos años tratando de encontrar las claves que hacen que unos sucesos nos resulten más duraderos que otros y ya se han encontrado algunas pistas.
El neurocientífico David Eagleman, uno de los mayores expertos en tiempo y cerebro, ha hecho algunas pruebas de laboratorio para comprender lo que sucede. “Imagine que hago aparecer un cuadrado de la pantalla de su ordenador durante medio segundo”, escribe en su libro ‘Incógnito’. “Si ahora hago aparecer un segundo cuadrado más grande, pensará que el segundo ha durado más. Lo mismo si hago aparecer un cuadrado que es más brillante. O que se mueve. Percibiremos que todo esto ha tenido una duración más larga que la del cuadrado original”.
Uno de los aspectos más interesantes de la cuestión es la manera en que recordamos los eventos y cómo podemos distorsionar la secuencia temporal de un suceso. Hace unos meses, la investigadoraLila Davachi, de la Universidad de Nueva York, decidió comprobar qué sucede en el núcleo cerebral más importante para la fijación de recuerdos, el hipocampo, cuando tratamos de valorar y recordar sucesos en una línea de tiempo. “La gente piensa que sus recuerdos son un reflejo de la realidad”, asegura Davachi, “y lo son en parte, pero son más un reflejo de lo que está sucediendo dentro de su cabeza”.
Su trabajo, publicado en la revista Neuron, consistió en reclutar a 21 voluntarios y hacer una resonancia magnética de su actividad cerebral mientras desarrollaban distintas tareas y trataban de memorizar algunas imágenes. Una de las tareas, por ejemplo, consistía en observar fotografías de rostros en intervalos de pocos segundos e introducir a veces la imagen de un paisaje entre medias. Cada rostro representaba el hecho de conocer a alguien y cada paisaje en el que se produjo el encuentro, como una fiesta, por ejemplo. El siguiente paso era pedir a los sujetos que valoraran cuánto tiempo había pasado entre unas caras y otras, si habían estado muy cerca o muy separadas entre sí, sin saber que todas las imágenes aparecían en el mismo intervalo de 16 segundos.
Lo que vieron los científicos es que cuando los sujetos valoraban que dos caras habían aparecido muy seguidas, el hipocampo registraba una actividad estable, mientras que cuando el patrón de actividad era más inestable, los voluntarios relataban que los sucesos estaban más distanciados en el tiempo. En otras palabras, la actividad neuronal en el hipocampo les permitía predecir cómo la gente recordaba los eventos en una secuencia de tiempo. Otra de las conclusiones del trabajo era quecuando los sujetos veían la escena de un paisaje nuevo entre medias, el recuerdo tendía a parecer más distanciado que cuando se ponían dos caras consecutivas. Las cosas que suceden en mismo contexto, aseguran los autores del estudio, tienden a parecer más próximas, mientras que si se producen cambios parecen más lejanas.
¿Puede tener este estudio la clave de cómo recordamos las cosas temporalmente? De momento, Davachi cree que puede ayudar a profundizar en el conocimiento de algunos trastornos y enfermedades, como la esquizofrenia, en la que los pacientes parecen recordar los eventos en otra escala de tiempo. Conociendo los casos donde la memoria temporal funciona de forma diferente puede que se encuentre la clave de cómo se produce en general esa ilusión que es recordar en un contexto temporal.
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