Paititi es considerado en la actualidad por diversos investigadores como el enigma arqueológico de Sudamérica; sin embargo, no ha sido hallado y aún para muchos la misteriosa ciudad perdida, sigue siendo tan sólo una leyenda difícil de probar.
No obstante, se sigue afirmando que en las selvas de Madre de Dios, en la zona sur oriental del Perú, existe una ciudad de piedra, con estatuas de oro erigidas en amplios jardines. Pero lo interesante de Paititi es que las leyendas señalan que, hasta hoy en día, la ciudad oculta estaría en plena actividad, y por si esto fuera poco, sería el lugar donde mora el último Inca, esperando el momento de retornar al "mundo de afuera" para restituir el orden que se quebró en el pasado.
De igual forma se consideró a Troya, como un mito, una ciudad-espejismo creada en la imaginación de Homero para desarrollar una interesante trama literaria. Hasta que, en el siglo XIX, Heinrich Schliemann dio un verdadero puntapié a la "ciencia oficial" al descubrir las ruinas de la "supuesta" Troya, basándose en la obra de Homero como un documento histórico y no como una obra de Ciencia-Ficción. Lamentablemente, a pesar que es bien sabido que toda leyenda proviene de un hecho real perdido en el pasado, algunos arqueólogos, antropólogos, historiadores y demás, siguen considerando a muchos relatos de tiempos remotos sólo como "cuentos curiosos".
Paititi es —y lo sigue siendo— el objetivo de numerosas expediciones, científicas y particulares. Estas últimas van a buscar el oro del Imperio Inca que habría sido escondido ante la llegada de los españoles; sin embargo, hoy por hoy sabemos que el verdadero tesoro oculto en el Paititi, no es otra cosa que la verdadera historia de la humanidad.
Presuntamente, la mítica huida de Choque Auqui —presunto hermano de Huáscar y Atahualpa—, junto con un amplio grupo de Maestros y demás personajes del Imperio hacia la jungla amazónica, en 1533, habría puesto en manos de los Guardianes de los Registros, la sabiduría del Imperio Inca, para que en un futuro, amparado en los ciclos andinos de ocaso y esplendor denominados "Pachacuti", la cabeza del inca vuelva al cuerpo y restituya el orden perdido.
La leyenda del Paititi, ha perdurado en la mente de muchos hombres. Ya en el siglo XVII corría como reguero de pólvora la noticia de una ciudad fantástica, misteriosa, y que albergaba grandes tesoros que supuestamente pertenecieron a los incas. Algunos libros, inspirándose en crónicas antiguas o en relatos de nativos indígenas, abordaron el tema logrando con ello generar un mayor interés. Lamentablemente, esto acrecentó la ambición de algunos exploradores que de inmediato se lanzaron a organizar ambiciosas expediciones. En la mayoría de los casos lo único que se halló fue un desenlace fatal al profanar las sagradas selvas del Antisuyo incaico.
Quizá lo que más ha contribuído al conocimiento de la presunta existencia del Paititi son los petroglifos de Pusharo. Estos extraños grabados habrían sido descubiertos en 1921 por el misionero dominico Vicente de Cenitagoya, hallándolos en una gigantesca roca que se acomoda a orillas del río Sinkibenia, considerado sagrado por los machiguengas. Más tarde, los petroglifos fueron observados por numerosos exploradores. Ya en 1970, el sacerdote y antropólogo A. Torrealba fotografió y estudió los grabados. Muchos investigadores coinciden en que los petroglifos no fueron hechos por los incas, entonces ¿quién los hizo?
Pusharo no es la única evidencia de una obra humana en las enmarañadas selvas de Madre de Dios, también se han encontrado numerosas ruinas y hasta caminos parcialmente pavimentados. Las pirámides de Paratoari son una prueba fehaciente de estas obras. No olvidemos que en diciembre de 1975, el satélite norteamericano Landsat 2, que formaba parte de un ambicioso proyecto de la NASA, logró unas extrañas fotografías en la misteriosa cadena del Pantiacolla, que, curiosamente, aparece muchas veces oculta por "nubes". El enigma se inició cuando el Landsat 2 fotografió en el sureste peruano unos 10 "puntos" —recuerde el lector que lucen así por ser vistos desde gran altura—, agrupados en pares (2 filas de 5) que sugerían, según posteriores análisis, "pirámides de cima trunca de proporciones enormes".
Como era de esperarse, el descubrimiento generó las más encontradas opiniones, y el más profundo cuestionamiento: ¿Qué es esto? De seguro ello fue lo que se dijo a sí mismo el explorador japonés Yoshiharu Sekino, quien partió en busca de las "pirámides del Pantiacolla" —como se les bautizó posteriormente—, sin llegar a dar con ellas debido a la tupida jungla que se lo impidió. Es bien sabido que el tamaño calculado a cada uno de los "puntos" equivale a las dimensiones de la Gran Pirámide de Egipto (!). Como sabrá el lector, la Pirámide de Gizeh consta nada más y nada menos que de 2.5 millones de bloques —algunos de estos llegan a pesar unas 40 toneladas—. Esta magnífica construcción tiene 137 metros de altura, y cada una de sus caras de base tiene un largo de 227 metros. Si se llega a comprobar que hay pirámides en el Pantiacolla se tendría que reescribir la historia.
Por si todo esto fuera poco, en la insólita meseta se han reportado numerosas expediciones desaparecidas, perturbaciones electromagnéticas en los instrumentos, "apariciones" de inusitadas luces, ruidos extraordinarios que parecen surgir del suelo, y para añadirle el ingrediente final, los relatos de los machiguengas, quienes afirman —con total naturalidad— de que "al otro lado" —con ésto se refieren al Pongo de Mainiqui— existe una civilización muy antigua que "lo sabe todo".
Sin embargo, la ciudad secreta del Paititi no sólo alberga las sorpresas ya mencionadas; muy cerca a ella, existen instalaciones de una civilización espacial, la llamada Base Azul, centro de operaciones de los Guías extraterrestres.
La responsabilidad de dicha base, recae principalmente en los Guías de Venus, quienes desde hace miles de años vienen trabajando estrechamente con los Maestros de los Retiros Interiores. Son pues, los seres de Venus, quienes tuvieron mayor participación en el proceso de las grandes culturas de América, en labor conjunta con los Estekna-Manés o "Guardianes de los Registros" —al lado de estos Maestros, 144 instructores extraterrestres se abocaron también en la tarea de sembrar las bases de la civilización, ejecutando para ello diversos proyectos en distintos lugares del planeta—.
La presencia de la Base Azul explica por qué se suelen avistar sospechosas luces y objetos extraños en la zona del Pantiacolla y Madre de Dios. Recordemos que en este departamento del Perú, en 1952, un inspector de aduanas fotografió un OVNI que dejaba un rastro de niebla, como una columna de humo, que nos invita a pensar en un método ingenioso para ocultar la zona con "nubes artificiales". No obstante, no toda luminosidad que se "mueva en el cielo" se puede atribuir únicamente a posibles naves extraterrestres. Algunas de estas "luces", corresponden al campo de energía que emiten los seres del Paititi, quienes, muchas veces, se desplazan con sus vehículos sutiles —es decir, que se hallan en estado de proyección mental o astral, físicamente visibles por la energía que emanan— en la selvas del Manú. En las expediciones que hemos realizado al Paititi hemos verificado la presencia de estas luces, y diferenciar también, cuándo se trataba de una nave de la Base Azul o la posible proyección de un Maestro. Cabe mencionar, que este fenómeno se ha registrado en otros países del mundo, como en Argentina (cerro Uritorco), Uruguay (Estancia de la Aurora) y Brasil (Sierra del Roncador).
La misión de la Base Azul es variada; sabemos que allí se encuentran muchas personas que han sido rescatadas de diversos puntos de la Tierra. No es descabellado pensar que algunas de las famosas expediciones perdidas hayan podido ser evacuadas a esta base. Sabemos también, que de aquellas instalaciones parten naves espaciales hacia Venus y Ganímedes, llevando consigo muchas veces, a las personas que fueron rescatadas; esto con el propio consentimiento de la persona, que viaja a aquellos mundos para ser preparada para un posterior retorno.
La Base Azul se dedica también a realizar estudios de la reserva del Manú, procurando con ello conseguir los nuevos beneficios naturales que se pondrán en manos del hombre del futuro. Según nos han informado los Guías de Venus, la Base Azul posee la cura para las distintas enfermedades que actualmente aquejan a la humanidad.
El lugar no ha sido escogido al azar: últimos estudios indican que de haber una posible catástrofe mundial, bastarían los recursos naturales del Manú para abastecer al planeta entero por varios años.
No obstante, el mensaje que hemos traído de expediciones al Paititi, así como en las experiencias de contacto que afirmamos mantener, nos habla de modificar el futuro, y de neutralizar todo aquello que pudiese ser negativo para nuestra humanidad. La presencia de Los Maestros del Paititi, aquella Hermandad Blanca del mundo subterráneo, nos recuerda además de que no estamos solos en el Universo, que tampoco estamos solos en la Tierra.
Cuando iniciemos el verdadero contacto, que es con nadie más que con nosotros mismos, finalmente consolidaremos el nexo con el mundo interior del Paititi y otros Retiros Interiores del Planeta.
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