Uno de los temas más básicos que la mente humana puede considerar es la pregunta, “¿Existe Dios?”. Dios existe o no existe. No hay término medio. El ateo declara atrevidamente que Dios no existe, mientras que el teísta declara valientemente que Dios sí existe; el agnóstico dice que no hay suficiente evidencia para tomar una decisión en cuanto a este asunto; y el escéptico duda que se pueda probar la existencia de Dios con certeza.
¿Quién está en lo correcto? ¿Existe Dios, o no? Desde luego, la única manera de responder esta pregunta es buscar y examinar la evidencia. Es razonable sugerir que si existe un Dios, Él suministraría la evidencia adecuada para la tarea de probar Su existencia. Pero ¿existe tal evidencia? El teísta afirma que se dispone de evidencia adecuada para probar definitivamente que Dios existe. Sin embargo, cuando usamos la palabra “probar”, no queremos sugerir que se puede demostrar científicamente la existencia de Dios del mismo modo que se puede probar que un saco de papas pesa cinco kilos, o que el corazón humano tiene cuatro cámaras internas. Tales asuntos, como el peso de un saco de vegetales o la división dentro de un músculo, son cosas que se pueden verificar empíricamente, usando los cinco sentidos. Y aunque la evidencia empírica frecuentemente es muy útil para establecer la validez de un caso, no es la única manera de probar algo. Por ejemplo, las autoridades legales reconocen la validez de un caso prima facie, “a primera vista”. Este caso se presenta cuando existe evidencia suficiente para establecer la gran probabilidad que un hecho sea verdadero.
A menos que se pueda refutar ese hecho de alguna manera, se considera que ha sido probado fuera de dudas. El teísta sostiene que existe una gran cantidad de evidencia muy fuerte que constituye un caso prima facie invulnerable a favor de la existencia de Dios—un hecho que simplemente no se puede refutar. Aquí le presentamos una porción de la evidencia que constituye el caso prima facie a favor de la existencia de Dios.
LA CAUSA Y EL EFECTO—EL ARGUMENTO COSMOLÓGICO
Durante la historia humana, uno de los argumentos más eficaces a favor de la existencia de Dios ha sido el argumento cosmológico (la causa y el efecto), que señala el hecho que el Universo (el cosmos) existe, y por ende, debe tener una explicación. El Universo existe y es real. Todas las personas racionales—incluyendo a los ateos y agnósticos—deben admitir este punto.
Entonces, surge la pregunta, “¿Cómo se originó el Universo?”. Si algo no puede auto-crearse, se dice que es “contingente”, ya que depende en algo externo para explicar su existencia. Por 2 consiguiente, el Universo es una entidad contingente porque no puede causar o explicar su propia existencia. Si el Universo no se creó a sí mismo, debe haber tenido una causa. Es aquí donde la Ley de la Causa y el Efecto está vinculada firmemente al argumento cosmológico.
Según el conocimiento científico, las leyes naturales no tienen excepciones. Desde luego, esto se aplica a la Ley de la Causa y el Efecto, la cual es la ley más universal. La Ley de la Causa y el Efecto declara que todo efecto material debe tener una causa adecuada que le anteceda (es decir, una causa que exista antes del efecto). No existen efectos materiales sin causas adecuadas. Además, las causas nunca ocurren después del efecto. No tiene sentido hablar de una causa posterior a su efecto, o de un efecto que exista antes de su causa. Además, el efecto nunca es mayor que su causa. Por esta razón los científicos dicen que todo efecto material debe tener una causa adecuada. Un río no se puede tornar lodoso porque una rana salta en él; un libro no puede caer de una mesa porque una mosca se para sobre él. Estas no son causas adecuadas. Para cualquier efecto que vemos, debemos sugerir causas adecuadas—lo cual nos trae de nuevo a la pregunta anterior: ¿Qué causó al Universo? Solamente existen tres respuestas posibles para esta pregunta: (1) el Universo es eterno—siempre ha existido y siempre existirá; (2) el Universo no es eterno—mejor dicho, se creó a sí mismo de la nada; o (3) el Universo no es eterno y no se creó a sí mismo de la nada, sino algo (o Alguien) externo y superior lo creó. Estas tres opciones merecen una consideración seria. ¿Es Eterno el Universo? La posición más cómoda para la persona que no cree en Dios es la idea que el Universo siempre ha estado aquí y siempre estará aquí, ya que esta idea no solamente evita el problema de un comienzo o un final, sino también descarta la necesidad de una “primera causa” (tal como Dios). Sin embargo, la ciencia moderna admite que el Universo no es eterno; el Universo tuvo un comienzo, y tendrá un final. Entre las leyes más importantes y bien-establecidas de la ciencia están las leyes de la termodinámica. La Primera Ley de la Termodinámica (conocida como la Ley de la Conservación de la Energía y/o Materia) declara que no se puede crear o destruir la materia ni la energía. La Segunda Ley de la Termodinámica (conocida como la Ley de la Entropía Creciente) declara que todo se está agotando o desgastando. Cada vez se dispone de menos energía. La entropía (una medida de casualidad, desorden o desproporción) está creciendo. Desde luego, esto significa que finalmente el Universo se “destruirá”. La Segunda Ley señala: (1) un comienzo cuando, por primera vez, el Universo estuvo en un estado en que se disponía de toda la energía; y (2) un final en el futuro cuando ya no se dispondrá de energía, ocasionando por ende la “muerte” del Universo (un estado al cual los científicos hacen referencia como “muerte térmica”). En otras 3 palabras, el Universo es como un gigantesco reloj al que se le ha dado cuerda, pero que ahora está quedándose sin cuerda. La conclusión que se obtiene de la información científica es ineludible—el Universo no es eterno. Las entidades eternas no tienen principio o final, y no se “desgastan”. Un científico famoso de la NASA, Robert Jastrow (quien no cree en Dios), escribió: “La ciencia moderna niega la existencia eterna del Universo”. Él está en lo correcto.
Ahora sabemos científicamente que el Universo no es eterno. ¿Se Creó el Universo a Sí Mismo de la Nada? En el pasado, hubiera sido prácticamente imposible encontrar a algún cientí- fico de reputación que estuviera dispuesto a sugerir que el Universo simplemente se creó a sí mismo. Todo científico, al igual que todo estudiante, entendía el hecho que ninguna cosa material puede “crearse a sí misma”. El Universo es la creación, no el Creador; y hace poco tiempo atrás parecía que no había desacuerdo en cuanto a este punto. Sin embargo, ¡ya que la evidencia que indica que el Universo tuvo un comienzo (por consiguiente una causa mayor a sí mismo) es tan fuerte, algunos científicos incrédulos han propuesto que, literalmente, el Universo se creó a sí mismo de la nada! Naturalmente, tal proposición es absurda, ya que los principios básicos de la física establecen que es imposible que algo se cree de la nada. A pesar de todo, aquellos que no creen en Dios están dispuestos a defender tal proposición. Desde luego, tal proposición claramente viola la Primera Ley de la Termodinámica, la cual declara que no se puede crear materia ni energía en la naturaleza.
Como el astrónomo Robert Jastrow expresó, “La creación de materia de la nada violaría un concepto memorable de la ciencia—el principio de conservación de la materia y energía—que declara que no se puede crear o destruir la materia o energía. Se puede convertir la materia en energía, y viceversa, pero la cantidad total de materia y energía en el Universo permanece de manera inalterable. Es difícil aceptar una teoría que viole este hecho científico establecido firmemente”. Además, la ciencia se basa en la observación, reproducción e información empírica. Pero cuando se les exige que presenten información empírica que documente la afirmación de que el Universo se creó a sí mismo de la nada, los incrédulos están forzados a admitir que no existe tal evidencia. El Universo no se creó a sí mismo. Tal idea es absurda, filosóficamente y científicamente.
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