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martes, 2 de agosto de 2016

LA OBSERVACIÓN DE UN ECLIPSE EN ÍO, SATÉLITE DE JÚPITER, DESVELA SUS SECRETOS





La nave espacial Cassini tomó este mosaico de Júpiter. EFE/NASA


Madrid, 2 ago (EFE).- Ío, satélite de Júpiter, tarda en completar una vuelta a su planeta 1,7 días terrestres y, cada día, la sombra de Júpiter se cierne sobre el satélite en un eclipse que dura unas dos horas y que produce un brusco cambio de temperatura, además del "colapso" de la atmósfera del satélite durante el citado eclipse.

Estas son algunas de las conclusiones que han sacado un grupo de investigadores, con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), después de haber observado varios de estos eclipses, informa el CSIC en una nota de prensa.

Los resultados se publican en la revista Journal of Geophysical Research: Planets, en un artículo en el que los investigadores describen un fenómeno "único en nuestro Sistema Solar: la atmósfera de Ío prácticamente desaparece al comenzar el eclipse para volver a aparecer cuando Ío sale de la sombra de Júpiter", indica el CSIC.

"La variabilidad de la tenue atmósfera de Ío ya era conocida, y no sabíamos si se debía a la actividad volcánica -es el objeto con los volcanes más activos de todo el Sistema Solar- o a un equilibrio térmico con la superficie, es decir, a un intercambio de gas con la superficie", subraya Miguel Ángel López Valverde, investigador del CSIC en el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA).

Los datos obtenidos con el telescopio Gemini, de ocho metros de diámetro, han permitido monitorizar un eclipse en Ío por primera vez.

Cada día, y durante dos horas, la sombra de Júpiter cubre la pequeña luna y su temperatura cae de los -148 grados centígrados a los -168 grados.

Con el descenso de temperatura, el dióxido de azufre que forma la atmósfera se congela y se deposita sobre la superficie, para sublimar y rellenarla cuando Ío sale del eclipse y la luz del Sol calienta los hielos.

"Hemos comprobado que se pierde el 80 % de la atmósfera hasta que el satélite sale del eclipse", detalla López Valverde, quien añade: "Esto ha sido toda una sorpresa porque nunca habíamos observado un colapso atmosférico de estas características".

Además, "nos ha permitido zanjar el viejo problema: la atmósfera no está directamente formada por gases volcánicos, sino por la sublimación de los hielos en superficie".

Ío, que muestra un tamaño similar al de la Luna, es de los cuatro grandes satélites de Júpiter, conocidos como satélites galileanos, el más próximo al planeta.

Las interacciones gravitatorias entre ellos fuerzan las órbitas hacia una geometría elíptica, de modo que las distancias con respecto a Júpiter se vuelven variables y se generan distorsiones -similares a las mareas que provoca la Luna sobre los océanos terrestres-.

Estas fricciones desencadenan una fuerte actividad volcánica en Ío, cuya superficie se rejuvenece con las erupciones, que producen corrientes de lava de cientos de kilómetros y columnas de dióxido de azufre que se elevan hasta 400 kilómetros, resume el CSIC.

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