Que los animales marinos de mayor tamaño son los más amenazados parece una obviedad. Especialmente si hablamos de mamíferos marinos – cetáceos como ballenas y delfines, por poner un ejemplo. Pero, ¿ha sido siempre así, o es un patrón relacionado con el efecto de los seres humanos? Un artículo reciente publicado en la revista Science da la respuesta. Y sí, es un patrón nuevo achacable al ser humano.
Bien, pero habrá que explicar a qué nos referimos con “patrón nuevo”. Para su estudio, los autores del artículo han comparado los datos de disminución de especies y extinciones con los ocurridos a lo largo de la historia del planeta. Con lo que sabemos que ha pasado en los últimos 445 millones de años, durante las cinco grandes extinciones del pasado.
Claro, que no todos los datos son igualmente interesante. Lo ocurrido desde la última gran extinción, hace 65 millones de años, nos ayuda a entender mejor lo que está pasando que otras más remotas. Y por lo tanto le han dado más peso.
Con todos los datos a su disposición, los investigadores han encontrado un patrón muy claro. La tasa de extinción de especies de gran tamaño, y la amenaza que sufren a día de hoy, es mucho mayor que en el pasado. La situación actual es mucho peor para la fauna de gran tamaño – que recibe el nombre técnico no muy inspirado de megafauna – de lo que fue en tiempos remotos.
¿Es achacable al ser humano únicamente, o principalmente? Los científicos tienen pocas dudas al respecto: sí, el cambio de patrón es de origen humano. La fauna oceánica ha llegado tarde a la moda, pero en los continentes lleva ocurriendo desde que el ser humano pasea por estos terrenos. El caso más claro es el de los mamuts, una de las primeras especies de las que somos directamente responsable de haber extinguido.
Cuanto más grande es un animal, más apetecible resulta para el ser humano cazarlo. Un mamut aporta gran cantidad de comida y es fácil de localizar. Lo mismo ocurre con los mamíferos marinos. Y con los moluscos marinos, que ha sido el grupo que se ha empleado para comprobar si el patrón era propio de mamíferos o común a distintos grupos.
El problema no está en que se acabe con animales grandes. El tamaño medio de una especie no es relevante en este caso. Tampoco que se trate de animales carismáticos – una ballena o un delfín siempre despiertan más cariño que, digamos, un pepino de mar. Los animales de mayor tamaño cumplen un papel muy concreto en los ecosistemas, y su desaparición afecta en gran medida a la salud y calidad de sus hábitats.
¿Cómo lo hacen? Para empezar, se sitúan en la parte superior de las redes tróficas. De esta manera, resultan imprescindibles para cerrar los ciclos de materia y energía, necesarios para que un ecosistema funcione. Y este rol no sólo lo cumplen mediante su alimentación, también por medios indirectos. Por ejemplo, al bucear crean corrientes que comunican zonas superiores e inferiores de la columna de agua.
Parece que son todo malas noticias. Pero no es así. Conocer este patrón permite ponerle remedio, simplemente cambiando una serie de hábitos. Y también, claro, implementando nuevos acuerdos de pesca sostenible – la pesca es tal vez la actividad con mayor impacto en este sentido. Sólo hace falta buena voluntad…esperemos que la haya.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario