Situada en este idílico enclave y arropada por las montañas nevadas de Alaska nos encontramos el enjambre de antenas perteneciente al Programa de investigación de aurora activa de alta frecuencia, más conocido como HAARP. Son en total 180 radioantenas a lo largo de algo más de 15 hectáreas de terreno cuya finalidad es estudiar la ionosfera y mejorar las condiciones de telecomunicación y vigilancia.
No es un objetivo que resulte muy apetecible a primera vista, pero su origen militar, su alejada situación y el poco estético aspecto de sus antenas han hecho que surjan docenas de locas teorías sobre su utilidad.
En los últimos años los amigos de lo misterioso han asociado las siglas HAARP a oscuros proyectos, cada uno más increíble que el anterior, que incluían desde un sistema de control mental, hasta una máquina para controlar el tiempo, pasando por ideas como la de un arma mortífera capaz de crear terremotos…
Ante tal cantidad y variedad de aterradoras propuestas, los científicos que trabajan allí en el estudio de la ionosfera han querido zanjar de una vez por todas estas alocadas ideas abriendo sus instalaciones a todo aquel que quiera visitarlas durante dos jornadas de “puertas abiertas”. Cansados quizá de que se les mire como los malvados esbirros de algún maligno poder oculto en la sombra, los investigadores de HAARP han optado por abrir su proyecto a quienes quieran visitarlo durante los siguientes días de agosto.
Por supuesto HAARP no es el único proyecto que estudia la ionosfera de nuestro planeta, también existen otros como SURA en Rusia o EISCAT en Europa, aunque no sabemos las razones por las que los amantes de los temas paranormales apenas las citan, concentrando todas sus iras en las instalaciones norteamericanas.
Más allá de teorías conspirativas la importancia de analizar la composición de la ionosfera es importante por numerosas razones. En primer lugar porque, a pesar de que es una zona especialmente difícil de estudiar, gran parte de nuestras comunicaciones atraviesa esta parte de la atmósfera. Los globos sonda no son eficaces a esas alturas (comprendidas entre 80 y 500 kilómetros) y por el momento las simulaciones mediante computadoras tan solo han podido reproducir algunos procesos ionosféricos.
Estas dificultades hicieron que a principios de los ’90 se planteara la posibilidad de construir una amplia red de radioantenas dedicadas específicamente a esa capa de la atmósfera. Su funcionamiento es bastante simple: Se emiten señales de radio de alta frecuencia hacia esa zona y se registran los cambios producidos mediante un sistema de sensores.
La ionosfera afecta a la mayor parte de las telecomunicaciones actuales, por lo que estudiar los procesos naturales que en ella se producen nos permite desarrollar tecnologías más eficientes para comunicarnos. Por supuesto usted es libre de pensar que en esas instalaciones se están llevando a cabo planes malévolos para leerle el pensamiento, pero tal y como explican los científicos del proyecto: Todo lo que se desconoce parece enigmático. Si aún así, todavía le resulta atractiva la idea del arma mortífera o del control mental, siempre puede pasarse por Alaska y pedir que le enseñen las instalaciones… no tendrá problemas en visitarles puesto que, como señalan en sus jornadas de puertas abiertas, lo mejor contra algunos misterios es la educación, la divulgación y la transparencia.
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