Extraterrestre fantasmal. (Imagen creative commons vista en pxfuel).
En el estudio probabilístico del número de civilizaciones extraterrestres en nuestra galaxia, realmente hay tres números que importan: 0, 1 o infinito. El cero en este caso queda descartado, por el mero hecho de nuestra propia existencia (la única civilización de la que tenemos constancia) y este dato juega por el momento a favor del uno. Para comenzar a pensar en el infinito, o en un número que tienda a ello (como se dice cuando se manejan límites de funciones matemáticas) antes es preciso superar la unidad.
Dado que hasta el momento la ciencia se empeña, empírica y tercamente, en mostrarnos un único ejemplo de mundo en el que ha surgido la vida (el nuestro) cualquier resultado que obtengamos manipulando a nuestro antojo los valores de la famosa ecuación de Drake, pertenecerán más al reino de la filosofía que al de la verdadera ciencia. Lo cual no significa que no sea divertido hacer ejercicios basados en lo que los anglosajones llaman “wishful thinking” y que podríamos traducir como pensamiento desiderativo (o si lo preferís “ilusorio”).
Hace ahora un mes, los medios hacían referencia a una estimación sobre la probabilidad de vida extraterrestre en nuestra galaxia. Esta técnica estadística se basa en las evidencias u observaciones, para inferir la probabilidad de que cierta hipótesis pueda ser cierta. El nombre se lo debemos al matemático Thomas Bayes, y la técnica se aplica hoy en día en el reconocimiento de patrones por ordenador (entre otras cosas).
Bien, en aquel estudio, llevado a cabo por el profesor de astronomía David Kipping (Universidad de la Universidad de Columbia), se llegó a una conclusión concreta: la vida puede surgir con cierta facilidad, si se dan condiciones similares a las vistas en la Tierra. (Hablamos de un planeta rocoso con un radio similar al de la Tierra, situado en la zona de habitabilidad de una estrella similar a nuestro sol, que se mantenga estable durante miles de millones de años). Sin embargo, el mismo estudio estableció que la aparición de vida compleja e inteligente podría ser poco probable. De hecho, según el trabajo de Kipping, si pudiéramos hacer retroceder el reloj hacia los años de formación de nuestro planeta, y observásemos de nuevo su evolución, podría darse el caso de que cualquier mínimo cambio alterase el resultado final, modificando alguna o todas las ramas del árbol de la vida y tal vez eliminando a nuestra especie en el proceso.
El trabajo de Kipping, serio y concienciado, merece respeto, pero sigue basándose en las probabilidades inferidas a partir del único ejemplo conocido de vida: el nuestro. Estos días atrás, probablemente hayáis oído hablar de un nuevo enfoque sobre el problema del cálculo de vida en nuestra galaxia, que ha dado como resultado un titular llamativo: el número de civilizaciones extraterrestres en la Vía Láctea podría ser 36.
El estudio, realizado por dos astrofísicos llamados Tom Westby y Christopher Conselice (de la Universidad de Nottingham en el Reino Unido) llega a esa conclusión tras aplicar el conocimiento obtenido tras los avances efectuados en astronomía durante las últimas décadas, particularmente en exoplanetas.
Esos datos básicamente son los siguientes:
1) Se estima que existen entre 200.000 y 400.000 millones de estrellas en la Vía Láctea.
2) Aproximadamente el 20% de ellas son similares a nuestro sol (es decir de tipo espectral F, G o K).
3) Un cuarto de esas estrellas cuenta con un planeta rocoso (con un radio comprendido entre el 75% y el 150% del terrestre) que las órbita en un período equivalente al de un año.
4) Se asume también que todos esos mundos cuentan con los ingredientes idóneos para que surja la vida.
Como veis ninguno de esos datos dan mucha información sobre la frecuencia con la que vida emerge, o sobre los períodos de tiempo en la que esta puede sustentarse, que deben resultar suficientemente extensos como para dar lugar a formas complejas y multicelulares, basadas en tejidos altamente diferenciados. (Este último punto no sucedió en la Tierra hasta la Explosión Cámbrica, es decir hace unos 540 millones de años). Y por supuesto esos datos tampoco dan información sobre las probabilidades de que surja una especie inteligente, capaz de forjar una civilización tecnológica avanzada como la que vemos a nuestro alrededor.
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