La Universidad Clemson recibe 200.000 USD para el estudio de un novedoso sistema de reciclaje.
Mark Blenner es un investigador de la Universidad Clemson en Carolina del Sur cuyo equipo recibirá 200.000 dólares USA gracias a un encargo de la NASA. A cambio, la agencia espacial norteamericana pide a este experto en ingeniería genética soluciones técnicas para el tratamiento de los residuos biológicos que excretan los astronautas. La idea es transformarlos en cosas útiles en el mismo espacio, y así evitar tener que transportarlos (con el consiguiente gasto) hasta la Estación Espacial Internacional (EEI) desde la Tierra, como se viene haciendo hasta ahora. ¿En qué se podrían transformar esos desechos? Pues por ejemplo en comida o plástico.
Antes de que el disgusto de la idea os provoque un mohín de asco, hay que decir que el concepto de reciclaje en el que trabaja Blenner no incluye heces humanas como "materia prima", sino orina (que recordemos ya se está tratando en la EEI para convertirla en agua potable) y el CO2 de la exhalación de los astronautas al respirar.
Lo que Blenner intenta es dar con formas originales e inteligentes de reciclar los desechos humanos para transformarlos en suplementes nutricionales que ayuden a que los futuros astronautas sobrevivan cuando tengan que enfrentarse a viajes al espacio profundo. Su objetivo es aprovechar el CO2 generado por los astronautas en alimento para algas, las cuales a su vez podrían producir lípidos y otras grasas.
La orina, rica en nitrógeno, podría también emplearse para alimentar a cepas de levadura genéticamente modificadas para que produzcan ácidos omega 3 e incluso plásticos. Estos últimos serían perfectos para las impresoras 3D, que podrían emplearlos para fabricar objetos útiles.
Los ácidos omega 3 son importantes doblemente, ya que además de poder transformarse en suplementos dietéticos que los astronautas podrían ingerir, son bien conocidos por sus propiedades saludables para el corazón.
Una de los retos a los que se enfrentarán los astronautas en el futuro es la imposibilidad de llevar consigo todos los objetos que podrían necesitar, la idea de la NASA al financiar al equipo de Blenner es por tanto hacer más autónomas a las futuras tripulaciones. Uno puede imaginarse a los astronautas reparando el mecanismo dañado de algún dispositivo gracias a una impresora 3D, capaz de construir una pieza nueva a partir de orina humana. ¡El plan es redondo!
Pero hay que empezar poco a poco, y eso es lo que los investigadores de la Universidad Clemson están haciendo. Antes de vender la piel del oso deben probar que se pueden crear ácidos grasos a partir de algas, y que también pueden fabricar polímeros ricos a partir de la levadura. Una vez se pruebe que el concepto es posible, ya vendrán luego los estudios sobre las posibles aplicaciones.
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