Líneas de corriente mostrando campos magnéticos en capas sobre una imagen en color del anillo polvoriento alrededor del enorme agujero negro de la Vía Láctea. La imagen de fondo fue tomada por el telescopio espacial Hubble. (Crédito imagen líneas de campo: NASA/SOFIA).
Hace bastantes años que los astrónomos saben que en el centro de cada galaxia hay un agujero negro supermasivo. Sí, esto es así incluso en nuestra querida Vía Láctea, en cuyo interior yace agazapado una singularidad a la que llamamos Sagitario A* (o abreviado Sgr A*).
Las observaciones realizadas desde la Tierra, han comprobado que la actividad de estos agujeros negros es desbordante en multitud de galaxias. Allí, la materia que cae en espiral hacia el interior de las singularidades, produce estallidos de energía colosales (llamaradas de plasma) que emergen desde sus polos. Por el contrario, Sgr A* se muestra bastante tranquilo en comparación, como si algo le contuviese. Eso es genial para nosotros (y para el resto de hipotéticas formas de vida de la Vía Láctea) porque ya se sabe que contar con un agujero negro en el vecindario que engulle a buen ritmo la materia circundante, es un billete hacia el caos seguro y la destrucción.
¿Qué podría estar conteniendo el “hambre” de Sgr A*? Pues al parecer un campo magnético. Hace tiempo que se venía especulando con esta posibilidad, pero hasta ahora no se había podido inferir qué forma tenía dicho campo.
¿No me digáis que la ciencia no es fascinante? Los humanos hemos sido capaces de visualizar un agujeros negro (aunque de por sí son invisibles) por primera vez en la historia este mismo año. Y ahora, en un trabajo realizado por un equipo de astrónomos capitaneado por Darren Dowell (del mítico JPL de la NASA) nuestros científicos se las han apañado - también por primera vez - para “ver” un campo magnético alrededor de Sgr A*, a pesar de que no contemos con instrumentos capaces de observarlos directamente.
¿Cómo lo han hecho? Con la ayuda del observatorio de la NASA SOFIA (siglas en inglés para “observatorio astronómico estratosférico en infrarrojo”), gracias al cual han podido medir la orientación de la radiación infrarroja lejana (es decir las de mayor longitud de onda) emitida por las partículas de polvo que rodean el horizonte de sucesos de Sgr A*.
SOFIA, en realidad un sofisticado instrumental montado en un avión, cuenta con un dispositivo llamado HAWC+ (siglas para “cámara de banda ancha de alta resolución plus aerotransportada”) que es capaz de medir los fuertes campos magnéticos del interior de nuestra galaxia.
Estos campos, pese a ser invisibles como os decía antes, son capaces de influir en el movimiento de las diminutas partículas con carga eléctrica que componen el polvo espacial. El modo en que los campos magnéticos posicionan a estas partículas perpendicularmente a ellos (es decir, el modo en que las polarizan), ha dado al equipo comandado por Dowell la posibilidad de observar indirectamente las líneas del campo magnético existente alrededor de Sgr A*.
En realidad los datos obtenidos por HAWC+ inauguran un nuevo campo en la astronomía, que permitirá a los investigadores mapear la forma y fuerza de los campos magnéticos invisibles que se sitúan en el centro de las galaxias, lo cual a su vez nos permitirá visualizarlos mejor.
Todo parece indicar que la Tierra ha contado con otro poderoso paraguas protector (además de nuestra magnetosfera, o la enorme gravedad de Júpiter, que nos protege contra las incursiones de asteroides y cometas provenientes del exterior del Sistema Solar) que ayudó a que las condiciones en nuestro planeta para que la vida surgiera fueran ideales.
Estos hallazgos se presentaron al público durante la reunión anual de la Sociedad Astronómica Estadounidense (AAS) que tuvo lugar hace unos días, aunque todavía no se ha preparado un trabajo formal que se haya remitido a una revista científica revisada por pares.
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